La vida como es…
Octavio Raziel
Hace exactamente 20 años, cumplí un viejo deseo de tomar cursos de especialización en Europa. Primero yo, en Sheffield, Inglaterra, y luego, con mis compañeros Juan Carlos y Leonardo, en Donostia, España.
Cuántas cosas positivas aprendimos. Tuvimos los mejores maestros en su momento. Hubo, también, un intercambio de conocimientos de beneficio recíproco. Los españoles se sorprendían de las técnicas que llevamos y que no imaginaron. Todo lo celebrábamos en una sidrería cercana mientras cantábamos el ’Cielito lindo’ que, por cierto, los mexicanos no nos sabíamos completo y ellos sí.
Leonardo dedicó su vida a trabajar con ahínco y al cuidado de su madre. Estudiaba ingeniería, pero como a muchos de nosotros se le presentó la disyuntiva: estudias o comes.
Al termino de los cursos nos tomamos una noche libre en la periferia de la bahía de la Concha, en Donostia. Leonardo, a sus 35 años se había mantenido célibe; así que vimos que lo más sano era presentarle a unas señoritas muy decentes con las que departimos hasta altas horas de la madrugada.
Terminados los cursos, contratamos un tour que se inició en Granada, con su Alhambra y lugares moros de ensueño. Siguió Córdoba y su maravillosa Mezquita; Sevilla con la Giralda y, Mérida, con sus ruinas romanas. Terminamos en Madrid, donde descansamos tres días. Nuestro amigo, cada noche, se apuntaba para ir a visitar a las majas.
Juan Carlos y yo nos mirábamos y sólo acertábamos a decir: hemos creado un monstruo.
Al regreso a México tuvimos que reeducarlo y advertirle que en este tipo de actividades uno a la semana es cosa sana, pero más sano es uno al mes; si lo haces a cada ratito, se te puede caer el…pelo.