Textos en libertad

Recuerdos del jefe Arnáiz y Freg, en un mes de tristezas

Recuerdos del jefe Arnáiz y Freg, en un mes de tristezas
Cultura
Enero 17, 2024 21:14 hrs.
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José Antonio Aspiros Villagómez › Club Primera Plana

El tecleador se inició hace 60 años en el periodismo de manera profesional, esto es, con un contrato y un salario en un medio de información, circunstancia que se extendió por cuatro décadas a las que siguieron otras dos como ’periodista independiente’. Antes, desde 1960, había hecho sus pinitos fundando periodiquitos y en el semanario Mundo Mejor como colaborador externo y la revista Juventud Católica como reportero y jefe de redacción, siempre sin ingresos ni compromisos.

Aproximadamente a mediados de 1964 nos invitaron a trabajar ya profesionalmente como reportero y fotógrafo en Mundo Mejor, periódico que desde pocos meses antes dirigía el profesor Alejandro Avilés, director también de la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’, donde aún estudiábamos y él había sido nuestro maestro. Hacia finales de ese año Avilés, quien además era jefe de información de la Agencia Mexicana de Servicios Informativos (AMSI), nos cambió a ese medio en un enroque con la colega y ex compañera de aulas Guadalupe Pedroza, que en paz descanse.

Para ingresar a Mundo Mejor habíamos solicitado permiso de un año sin goce de sueldo en un hospital del Centro Médico Nacional del IMSS, donde trabajábamos desde 1961 en funciones ajenas al periodismo, aunque llegamos a dirigir el boletín sindical, y gracias a que nos convenció el tío Rafael Villagómez de regresar al Seguro Social donde las prestaciones laborales eran envidiables, volvimos en 1965 pero ya con el puesto de redactor en el Departamento de Prensa y Difusión.

El jefe de ese departamento era el doctor Arturo Arnáiz y Freg (1915-1980), miembro numerario de la Academia Mexicana de Historia y del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, y quien, trilingüe él, era muy exigente con el buen manejo del idioma español. Tanto, que nuestro examen de ingreso (satisfactorio a juicio del funcionario) no tuvo que ver con qué decía -por supuesto, con datos precisos- el boletín de prensa que nos pidió reportear y escribir, sino con cómo lo habíamos redactado. Aquello nos marcó de por vida.

Eran los tiempos en que las dependencias del gobierno tenían oficinas de prensa donde se elaboraban e imprimían boletines informativos que luego eran repartidos en grandes sobres junto con las fotografías alusivas, por motociclistas que iban a cada redacción de los periódicos y medios electrónicos para entregarlos a los reporteros de la fuente.

El IMSS despachaba diariamente cinco o seis boletines que los redactores preparábamos a partir de órdenes de trabajo elaboradas por el propio Arnáiz y Freg. Su sistema consistía en revisar carpetas con recortes de periódicos donde se publicaban notas positivas o negativas acerca del organismo, y anotaba a mano en algunas de ellas lo que quería que investigáramos para fijar mediante boletines de prensa una postura institucional sobre el tema cuestionado por los medios.

Aquello duró poco. A principios de 1966 renunció el director del IMSS, Sealtiel Alatriste Ábrego, y el presidente Gustavo Díaz Ordaz nombró en su lugar al doctor Ignacio Morones Prieto, quien cambió a Arnáiz por el abogado y ex alcalde de Tampico, Manuel Jiménez San Pedro. A él le tocó dirigir la campaña de difusión cuando se puso en marcha el conjunto vacacional de Oaxtepec, Morelos, que había sido hasta entonces un ’elefante blanco’ (infraestructura costeada por el erario, pero sin dar servicio).

Para elaborar los boletines, folletos, trípticos y demás impresos sobre Oaxtepec, el jefe destacó al colega Mauro Jiménez Mora y a los demás redactores nos puso a disposición del Departamento de Personal para ser reubicados, con excepción de Alexis Olmos Fernández, un compañero de edad avanzada que, según supimos después, murió de un infarto al subir una escalera del edificio del IMSS en el Paseo de la Reforma tras haber discutido fuertemente con el subjefe del área de Prensa, un señor de apellido Álvarez de la Cadena que trataba al personal de forma altanera.

Así que dejamos el IMSS en 1968, cuando ya estábamos también en la agencia informativa Radionoticias El Heraldo, pero esa es otra historia y aun cuando tenemos el propósito deliberado de destacar algunas experiencias personales para empezar a despedir los Textos en libertad, hay que decir algo más sobre don Arturo Arnáiz y Freg.

Fue hijo del profesor Rosendo Arnáiz (1890-1945) un destacado promotor del deporte cuyo nombre lleva un parque en Mixcoac, Ciudad de México. Dejó inconclusa la carrera de medicina para estudiar Historia y Economía en la UNAM. Sus biógrafos han destacado su inteligencia, generosidad, cultura y gustos refinados. Llegó a afirmar que ’vivir fuera de la ciudad de México es vivir en el error’ (aunque viajó por todo el mundo y fue buen gourmet), y en lo histórico, sostuvo que mientras la Conquista la hicieron los indígenas (los aliados de Hernán Cortés), la Independencia la habían hecho los españoles (en referencia a hijos de españoles nacidos en México y encabezados por Agustín de Iturbide).

Perteneció a la generación de los neocientíficos, donó los 35 mil libros de su propiedad a la biblioteca de la Secretaría de Hacienda, y según el también historiador Luis González y González, ’en la reconstrucción de la cultura mexicana del siglo XX, el vasto archivo de don Arturo es fundamental’.

Escribió o fue coautor de infinidad de libros sobre historia de México e historia de la ciencia que apenas ahora nos hemos propuesto buscar y examinar sobre determinados temas y personajes, y pronunció los discursos de contestación y bienvenida en sus ingresos a la Academia Mexicana de Historia, nada menos que de Alfonso Teja Zabre, Jesús Reyes Heroles, Ángel María Garibay y Edmundo O’Gorman.

Mes de tristezas

Enero siempre ha sido un mes aciago. Muchos decesos; 13 entre 1957 y 2023, de familiares, amistades y colegas del tecleador, y en el caso del presente año, ya dos personajes muy destacados han dejado este mundo.

Al arquitecto Manuel ‘Chacho’ Medina lo conocimos en los años 70 del siglo pasado, cuando trabajamos en la revista Automundo y él era uno de los estrategas del equipo de automovilismo deportivo Porsche Viceroy, que encabezaba el también arquitecto Héctor Alonso Rebaque, padre del piloto del mismo nombre que llegó a ser uno de los representantes de México dentro de la Fórmula Uno.

Así, Medina dirigió el ‘Rebaque F1 Team’ y fue el responsable de la remodelación del Autódromo Hermanos Rodríguez cuando regresó al país la Fórmula Uno en 1986, entre muchas otras aportaciones al deporte motor, nacional e internacional. Lo reencontramos como miembros, ambos, de la Scudería Hermanos Rodríguez, y el pasado 13 de enero recibimos la lamentable noticia de su deceso.

Al escritor José Agustín Ramírez Gómez lo conocimos a través de sus libros, que firmaba sin apellidos. Nacido el 19 de agosto de 1944, era cinco meses y diez días menor que el tecleador, y cuando sufrió el lamentable accidente de 2009, escribimos por segunda vez (la primera en 2007) que merecía recibir el Premio Nacional de Literatura. Se lo entregaron pocos años después, como parte del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, en la categoría de lingüística y literatura.

Escribió principalmente novelas, cuentos, ensayos, crónicas, teatro y guiones cinematográficos. Además fue colaborador de diarios y suplementos culturales. Uno de sus temas recurrentes fue la música rock, que abordó tanto en libros como en programas de televisión. Su Tragicomedia Mexicana siempre la hemos recomendado por considerarla una crónica veraz y accesible, sin versiones oficiales, de cómo fue la vida política, económica, social, cultural y deportiva de México desde el gobierno Manuel Ávila Camacho hasta el de Carlos Salinas de Gortari.

Una de sus experiencias juveniles fue como alfabetizador en Cuba recién triunfado el movimiento de Fidel Castro Ruz, y acerca de ello escribió Diario de brigadista. Para hacer el viaje a la isla, por ser menor de edad se casó con Margarita Dalton Palomo, al parecer media hermana del relevante poeta salvadoreño Roque Dalton García, y a los 19 años contrajo nuevo matrimonio, con su ahora viuda Margarita Bermúdez.

Hace años supimos que trabajaba en una nueva novela, La locura de Dios, que interrumpió luego que el 1 de abril de 2009 cayó de una altura de dos metros por un paso en falso y estuvo tres semanas en terapia intensiva con fractura de cráneo y costillas. Después la retomó, pero ya no alcanzó a terminarla. Falleció el pasado martes 16, dos semanas después de haber recibido la extremaunción.

Vayan nuestras condolencias para los deudos de Manuel ‘Chacho’ Medina y José Agustín; ambos dejaron huella inmarcesible en sus respectivas obras, deportiva el primero, literaria el segundo.

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