EN LAS NUBES

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Cultura
Mayo 23, 2018 22:43 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › Club Primera Plana

A una consulta a nuestro amigo el doctor y maestro Fernando Calderón Ramírez de Aguilar sobre la evolución de la vida en la Tierra, se explayó. Su disertación se remonta al inicio de ella. Y así nos la presenta: Antiguamente los geólogos dividían la evolución de la vida en la Tierra en cuatro periodos: primario, secundario, terciario y cuaternario. En la actualidad los biólogos buscan imponer una división según evolucionó la vida y lo hacen también en cuatro periodos: agnostozoico, paleozoico, mesozoico y cenozoico. En el primero, la vida está representada por organismos primitivos que apenas dejan rastro. En el paleozoico todavía predominan los invertebrados pero aparecen ya los peces. El mesozoico es el periodo de los reptiles y el cenozoico, el de las aves y los mamíferos. Al final de este periodo triunfa la aparición del hombre. Al Examinar la escala de los fósiles se observa a la materia orgánica trabajar para producir seres cada vez más complicados. En un principio son plantas y animales acuáticos muy sencillos, simples bolsas de protoplasma que irradia en brazos o tentáculos para absorber nueva materia con la cual crecer y dividirse. Pronto, por la facultad propia de casi todos los organismos vivos de secretar carbonatos de cal, se revisten del costras o caparazones (como los moluscos), o se acumulan en colonias (como los corales y las esponjas). Así aparece la vida pobre de inteligencia, pero dotada de caracteres aptos para modificarse y complicarse todo lo posible tan pronto como lo permitan las circunstancias. Surge en el fondo de los mares primitivos, no en la tierra seca, porque en el líquido elemento los cuerpos vivos no tienen que buscar las substancias de que se nutren, sino tan sólo absorber del agua, siempre móvil, las materias que ésta lleva en suspensión. Los primeros fósiles con forma especializada son, pues, las conchas, o cáscaras de caracoles marinos. Naturalmente, el animal ha desaparecido y sólo queda su cubierta exterior. Pronto vemos complicarse la existencia. En lugar de ser una masa viva que se encierra o defiende dentro de una concha, el animal proyecta antenas, patas o tentáculos, también cubiertos con cáscara y su forma se manifiesta al exterior. El animal comienza a tener los miembros que serán característicos en todas las especies, hasta en las más complicadas. Vemos la cabeza donde residen los órganos sensoriales. El cuerpo donde se verifican las funciones de nutrición y reproducción, y los órganos de la locomoción, casi siempre pareados. En un principio esparcido por la masa, el sistema nervioso debería localizarse en centros cada vez más especializados y, sobre todo, formar a lo largo del cuerpo el cordón longitudinal que constituye ya la médula. Por ser un elemento precioso para el ser vivo, este cordón debería pronto revestirse de materia calcárea o huesos debidamente articulados y formar la columna vertebral, tan importante para la locomoción, que le permite a todo el animal un movimiento de vaivén con el que podrá avanzar dentro del agua por medio de la natación. Todos los seres superiores tienen espina dorsal formada de huesos llamados vértebras, por lo que se les denomina vertebrados. Los primeros, y más sencillos, fueron son los que viven en el agua, o sean los peces. Pero llegó un día en el que los peces salieron del agua y se convirtieron en anfibios y reptiles: los primeros grandes animales terrestres hecho que parece ser que ocurrió al final del periodo paleozoico. Para explicarnos este gran avance de la vida animal que conquistó los continentes debemos comprender la formación de órganos necesarios: la pierna articulada en sustitución de las aletas natatorias y los pulmones para respirar el aire en lugar del agua. Cómo las aletas se transformaron en las patas de los reptiles no ofrece actualmente gran dificultad por cuanto tenemos todos los tipos intermedios entre la aleta natatoria y el miembro que se dobla para andar. Este paso debió de ser dificilísimo pues no sólo el esqueleto y los órganos debieron transformarse, sino que ya desde el huevo mismo del animal, todo, absolutamente todo, hubo de adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Pero en la Naturaleza perdura el instinto de la vida acuática, tal y como lo prueba el hecho de que muchos seres vivientes todavía han de pasar en el agua una primera etapa de su vida. Nuestra sangre es aun salada, con componentes de sales del mar. No es la madre Tierra a la que debemos mirar como la madre de todos los seres creados, sino al Padre océano como el padre de la vida. craveloygalindo@gmail.com

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