IMPERTÉRRITO
Diego Alcalá Ponce
No se entiende todavía por qué, mientras la mayor parte de los mexicanos sobrevive en la vil pobreza, los integrantes de los tres poderes y los altos funcionarios públicos disfrutan de tantos privilegios. Es irracional, y hasta inhumano, que un reducido grupo de políticos inconscientes tengan, además de extraordinarios salarios, tantas prerrogativas dizque por representarnos.
No es justo que mientras ellos ganen, en tan solo tres o seis años, lo que el resto de los mortales mexicanos no ganará en toda su triste vida. Si ya ganan bien, ¿para qué quieren más prebendas? Si los sufridos y explotados trabajadores al servicio del Estado, que son los que en verdad trabajan, están bajo el régimen de seguridad social, ellos ¿por qué no? Todos sin excepción, incluido el Presidente de la República, deben estar adscritos al ISSSTE, como todo buen burócrata.
Desde luego que lo que el Ejecutivo propone, que nadie debe ganar más que el presidente, es lo más sensato, pero eso no soluciona todo, porque no es solo en esa ley donde está la sujeción, sino en la cantidad de dinero que se debe asignar al salario. Y para eso, no queda más que basarse en la misma Constitución para fijar el monto correspondiente al presidente, que debe ser, tal como lo señala nuestra Carta Magna, en el sentido de que éste debe ser lo suficiente como para cubrir todos los gastos necesarios de una familia, o, mejor dicho, no puede ser un salario abismalmente diferente al de un trabajador. ¿Cuál es la razón o el pretexto para que, mientras el presidente y los altos funcionarios públicos ganen desde de 100 y hasta más de 500 mil pesos mensuales, el resto de la población apenas si gana para sobre vivir? El gobierno no debe seguir siendo más botín de la clase política porque es ofender la conciencia y la dignidad nacional.
Y mientras el pueblo trabaja de sol a sol y sin esperanza alguna, los señores legisladores, por ejemplo, se dan el lujo de laborar tres días a la semana y además por períodos. Y para colmo, no hay sesión que no falte gran parte de ellos por cualquier motivo. Y mientras que un trabajador común es sancionado por retraso o ausencia y hasta con descuento a su raquítico salario, los señores legisladores no sufren ni se acongojan, pues, ¿quién se atreve a molestarlos, si son ellos los que hacen las leyes a su favor?
La desgracia de México sigue siendo su dependencia de la nefasta clase política, esa lacra que cada vez pesa más sobre los hombros del sufrido pueblo. Esos millones de mexicanos que sobreviven, increíblemente, con unos cuantos pesos al día que obtienen como pueden y haciendo de todo para seguir subsistiendo. Sin embargo, muchos ignoran, si no es que todos, que esa marginación, esa ancestral pobreza en que sobreviven, significa un gran negocio, una ’mina de oro’ para los desalmados políticos que en cada jornada electoral los toman como bandera para seguir explotándolos a su arbitrio. ¡Qué ironía!
No cabe duda que el gran negocio de la política sigue siendo la pobreza y la ignorancia del pueblo de México, ese pueblo al que tanto dicen ’defender’, pero que con sus acciones son sus más crueles tiranos.
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