EN LAS NUBES
Carlos Ravelo Galindo
La crónica del emérito diplomático Antonio Pérez Manzano nos hace recordar la frase de una compañera de Excélsior –la llamaremos Margarita, solamente—al referirse a la cama, al lecho, al tálamo, en tono de broma y entre amistades.
’Hay dos clases de camas: La mala, para los enfermos. Y la buena, donde dormimos acompañados’.
Y desde Jalisco, doña María Teresa Guevara de Willy Calvillo, nos recuerda que ’La cama de la emperatriz Carlota estuvo en casa de la Tigresa amante de Gustavo Diaz Ordaz. Aunque no es arqueológica, si histórica.
Después de este introito, leamos al amigo embajador en retiro en lo que llama ’monumento a la cama’, bajo su firma Por Antonio Pérez Manzano
’Hace mucho tiempo que he pensado en el poco valor que les concedemos a objetos utilitarios o muebles, que han contribuido a dar confort o comodidad a los seres humanos.
Podemos empezar por mencionar muebles, utensilios o cosas básicas como el gran invento del baño, inodoro, toilette, o excusado; para seguir con la silla, en diferentes tipos, materiales, presentaciones o estilos; la mesa de la cocina, del comedor, hasta el escritorio (escolar o de trabajo).
Asimismo, considero justo resaltar lo valioso que resulta la cama, donde dormimos, descansamos, nos recuperamos de alguna enfermedad, o disfrutamos; pero en la que definitivamente pasamos más de una tercera parte de nuestras vidas.
Este mueble que tiene siglos de existencia (ya era usada en las antiguas civilizaciones persa, griega, egipcia y asiria, por ejemplo), pero al cual no le hemos agradecido suficiente, o no lo apreciamos, porque casi siempre hay una cama donde estamos o a donde vamos.
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésima primera edición, se define a la cama como: ’Armazón de madera, bronce o hierro en que generalmente se pone jergón o colchón de muelles, colchones de lana, sábanas, mantas, colcha y almohadas, y que sirve para dormir y descansar en ella las personas.