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En el CX aniversario natal del poeta y periodista Alejandro Avilés

En el CX aniversario natal del poeta y periodista Alejandro Avilés
Periodismo
Diciembre 09, 2025 21:34 hrs.
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José Antonio Aspiros Villagómez › Club Primera Plana

El 31 de diciembre se cumplirán 110 años del natalicio de un hombre afable y generoso que lo mismo supo hacer amigos, que escribir poemas y formar periodistas, además de crear una respetable familia: el profesor Alejandro Avilés Inzunza (1915-2005). Ese aniversario natal fue conmemorado el 5 de diciembre pasado en Los Mochis, Sinaloa, entidad de la que era originario.

En su momento fui honrado con la amistad del profesor Avilés, quien además fue mi maestro en la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’ y, después, mi jefe en el semanario Mundo Mejor que él dirigía, y en la Agencia Mexicana de Servicios Informativos (AMSI) de la que fue jefe de información y yo reportero.

En 2018, el Instituto Sinaloense de Cultura editó el libro Un grito contra nadie. Aproximaciones a la obra de Alejandro Avilés, coordinado por Fred Álvarez y Leopoldo González, donde aparece un texto que escribí en octubre de 2013 para el grupo Don del Viento, integrado por quienes buscan preservar la obra y la memoria del Profe Avilés. Ahora lo comparto con leves ajustes, para quienes no conocen ese libro. Lo titulé ‘Así recuerdo al maestro Avilés’:

’El profesor Alejandro Avilés Insunza es uno de esos personajes que uno nunca olvida. Cordial, reposado, atento, capaz, amigable. Lo conocí en 1960 y mis recuerdos de él son muy gratos. Aunque ni por ello me había enterado de que, en los primeros años del siglo XXI, con el nombre de Don del viento se formó un grupo de ex alumnos suyos que lo evocan en sus reuniones y sus medios digitales. Lo que sí sabía, es que el Club Primera Plana -del que soy socio desde 2001- había publicado en 1994 su Obra poética.

’Hacedor de periodistas, el profesor Avilés fue mi maestro y mi jefe, y también bajo su dirección me inicié en la aventura docente, donde por cierto no he sido muy constante.

’Cuando me inscribí en la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’ (1960), que entonces se ubicaba en la calle de Barcelona, colonia Juárez, el director del plantel era el licenciado Carlos Alvear Acevedo, pero en julio de 1963, a propuesta suya fue designado en su lugar precisamente el profesor Avilés.

’Lo tuve como maestro en alguna de las materias relacionadas con el periodismo. No recuerdo cuál, porque también nos instruían en los géneros, las técnicas, la práctica, la historia y los principios teóricos de la profesión, otros maestros como Domingo Álvarez Escobar, Alberto Antonio Loyola, Gerardo Medina Valdés, Adrián García Cortés, Héctor Dávalos, Vicente Leñero y Horacio Guajardo; estos tres últimos, mis sinodales al final de la carrera.

’Pero sí me acuerdo de que por esos años el Profe Avilés renunció al Partido Acción Nacional y a la dirección de su órgano periodístico, la revista La Nación, como consecuencia de una ruptura de los seguidores de la democracia cristiana con el dirigente de ese órgano político, Adolfo Christlieb Ibarrola. En ese tiempo Alejandro Avilés era gran amigo del fundador del partido venezolano de orientación socialcristiana Copei, Rafael Caldera, quien llegó a la presidencia de su país en 1969.

’Por razones de trabajo interrumpí mis estudios en 1962 y fui readmitido al año siguiente. La Escuela se había mudado a la parte superior de un inmueble en la calle Gómez Farías, colonia San Rafael (con una panadería abajo y las quesadillas en la esquina), donde volví a tomar clases con el maestro Avilés. Algunas compañeras de salón le pidieron que nos platicara sobre su salida del PAN y La Nación, pero no fue al fondo ideológico del tema, sólo a los hechos. Entre lo que nos comentó, fue que el profesor Gerardo Medina, quien era el jefe de redacción del semanario panista, también había estado de acuerdo en renunciar, pero al final cambió de opinión y fue nombrado director.

’Hubiera yo terminado la carrera, que era de cuatro años, en 1963, pero con mi retraso lo hice hasta 1964 y por ello me perdí -no sin algo de envidia- de figurar entre los reporteros fundadores de AMSI.

’Resulta que el profesor Avilés fue uno de los creadores de esa agencia, surgida al parecer con capital de Guillermo Salas, concesionario del Núcleo Radio Mil, y como fue designado jefe de información, integró toda la planta periodística con los miembros de la generación 63 de la ‘Carlos Septién García’.

’Al año siguiente, el también poeta sinaloense ya era director del semanario Mundo Mejor y me invitó a trabajar con él. Necesitaba un reportero y me eligió, no sé por qué razón. Convenimos que yo pidiera un permiso sin sueldo en mi empleo en el IMSS, y me contrató como reportero y fotógrafo. Mil pesos al mes. En cuanto fotógrafo, trabajé con mi modesta camarita Kodak Retinette 35 mm, cuyos recursos técnicos eran muy limitados. Y como reportero, mis herramientas eran las cuartillas para tomar apuntes y mi pluma. Aún no había grabadoras manuales, o yo no las conocí, porque tampoco las tenían mis colegas.

’Antes de aceptar la oferta le expresé mi preocupación porque aún no terminaban las clases. Estaba por comenzar el último semestre de la carrera y él me tranquilizó al explicarme que podría cumplir sin problemas con los seminarios que abarcaba esa etapa escolar. Y parece que resultó bien pues, el 5 de diciembre de 1964, en la ceremonia de fin de cursos donde tuvimos como padrino al editor Octavio Colmenares, el profesor Avilés me entregó un diploma que incluía mi calificación promedio: 9.5, como producto de aquellos estudios que entonces no tenían reconocimiento oficial, mismo que llegó por otros caminos 48 años después, cuando pude titularme como licenciado en la modalidad implantada por la SEP, de ’saberes adquiridos’.

’Pero aquel no era nuestro diploma oficial. El Profe nos dijo a los nueve integrantes de la Generación 64 que el bueno sería hecho por el ahora muy conocido diseñador Gonzalo Tassier, y que la Escuela pagaría la elaboración y nosotros sólo cien pesos que era el costo del pliego de papel pergamino. Es un bello diseño y, ya con su pátina y la firma del director Alejandro Avilés casi ilegible, ese diploma preside hasta la fecha -junto con varios otros- mi espacio de trabajo.

’Vuelvo a lo de mi empleo en Mundo Mejor, donde el jefe de redacción era José Natividad Urbina. Cada semana, él y los dos reporteros -el otro era uno de los hermanos Zúñiga Barba-, nos reuníamos con el jefe Avilés para planear el siguiente número, y los lunes por la noche me mandaban a la imprenta Rotocolor, en la colonia Portales, para llevar los materiales del contenido. Después debía ir a revisar las pruebas sobre una plancha de vidrio opaco con luz abajo.

’Recuerdo haber cubierto el movimiento de los médicos residentes e internos, las actividades en el naciente Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) que dirigía ese gran personaje que fue José Álvarez Icaza, y cumplí mi sueño de conocer, vía una entrevista, a la cantante de moda Sonia López, para lo cual fue necesario que don Alejandro Avilés diera su autorización, pues la sección de espectáculos tenía su propio personal.

’Duré poco en el semanario. Ese mismo año el director Avilés dispuso un enroque: me mandó como reportero a AMSI -por fin se me hizo- y pasó al periódico a Guadalupe Pedroza, estimada colega que lamentablemente ya falleció, en marzo de 2016. Cuando Mundo Mejor se cambió de la Ciudad de México a la de Monterrey, el Profe nos habilitó a varios de AMSI como corresponsales en el DF y cubrí actividades del mandatario saliente, Adolfo López Mateos, entre ellas el homenaje a los Niños Héroes y la inauguración del Museo Nacional de Antropología.

’En 1965 renuncié a AMSI para regresar al IMSS, pero ya no a mi adscripción anterior, sino como redactor del Departamento de Prensa y Difusión que entonces dirigía don Arturo Arnáiz y Freg, y como la única constancia de estudios que tenía era aquel diploma del 9.5 que me había entregado el Profe Avilés (porque el que diseñó el maestro Tassier fue posterior), tuve que darlo como parte de los requisitos que me pedían y lo perdí para siempre.

’Pasaron los años. Del IMSS me fui a la agencia Radionoticias El Heraldo, luego a la revista Automundo y finalmente a la también agencia Notimex. En 1979, mi colega Laura Castro Ricaño y yo le propusimos al profesor Avilés que la ‘Septién’ agregara a su programa de estudios la materia de ‘agencias de noticias’. Y no sólo nos tomó muy rápido la palabra –supongo que después de las consultas o gestiones necesarias- sino que nos invitó a impartirla. Laura declinó y me quedé solo con el compromiso.

’A la materia le agregaron el tema de las oficinas de prensa y así la impartí desde septiembre de 1979; la última vez fue de febrero a junio de 1990, cuando ya era director el maestro Manuel Pérez Miranda. Luego, me invitaron un par de veces más a dar otras materias. Siempre fui atendido con educación y respeto por los funcionarios de la ‘Septién’, pero sin el toque cálido que daba el profesor Avilés a su trato con docentes, alumnos y subalternos.

’No es común que así suceda en ese tipo de relación fundamentalmente profesional pero, como tantos de quienes también convivieron con él, tuve la oportunidad de conocer a su esposa Eva Sánchez Martínez (El libro de Eva, con poemas del Profe Avilés, está consagrado a ella) y a sus hijos en sus sucesivos domicilios de las colonias Juárez y Estrella. Fue grato atestiguar la alegría y la buena relación de aquella familia.

’Y un privilegio leer los poemarios del maestro y tener aún por allí --transcrito en una ya amarillenta cuartilla en mi vieja máquina Remington 12-- aquel poema que escribió en ocasión de la muerte de Carlos Septién García: ‘No lloramos por él’, fechado el 19 de octubre de 1953. Por cierto, no encontré ese poema –no, al menos, con ese nombre- en el índice del libro Los claros días, que reúne la obra poética del maestro Avilés y nos fue obsequiado por su hija Rosario durante su presentación en octubre de 2013.

’Y a propósito de rimas, en una de aquellas charlas que había todos los jueves en la Escuela ‘Septién’ con distintos invitados, el antes citado Gerardo Medina nos habló de su afición por la poesía, y de cómo logró quedarse a trabajar con el maestro Avilés en La Nación cuando ambos se identificaron como bardos.

’La última vez que saludé a don Alejandro Avilés, por supuesto con su infaltable abrigo negro y su acostumbrada amabilidad, fue en el restaurante Sanborns contiguo a la torre de la Compañía Mexicana de Aviación (avenida Xola), aunque no tengo idea de la fecha. Luego supe que vivía en Morelia -donde falleció- y perdí el contacto con él, pero sigue vivo en mi memoria y mi gratitud.’

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