El Porfirismo trajo a México la mano de obra japonesa


Los primeros inmigrantes japoneses que llegaron a México en 1897 venían en busca de mejorar su calidad de vida, pero no de trabajo

El Porfirismo trajo a México la mano de obra japonesa
Cultura
Julio 18, 2018 18:37 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › Club Primera Plana

Los primeros inmigrantes japoneses que llegaron a México en 1897 venían en busca de mejorar su calidad de vida, pero no de trabajo, pues ya lo tenían; vinieron agricultores contratados para producir café en la zona del Soconusco, en Chiapas, y mineros para el importante yacimiento de cobre en Cananea, Sonora, manifestó el historiador Sergio Hernández Galindo.

Al participar con el tema ‘Los japoneses’ en el ciclo de conferencias ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) con el propósito de ahondar en este aspecto de la historia nacional, el especialista indicó que esta llegada inicial de nipones, integrada básicamente por campesinos, fue conocida como ‘Inmigración Enomoto’ porque la promovió Takeaki Enomoto, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores y de Comercio.

Enomoto, junto con el gobierno japonés y el de Porfirio Díaz decidieron comprar una extensión muy grande de terreno en el Soconusco, Chiapas, con la idea de que 35 colonos vinieran a producir café en esa zona. Y aunque esta plantación fracasó, esos japoneses se quedaron aquí y hoy en el pueblo de Acacoyagua, muy cerca de Tapachula, existen monumentos dedicados a ellos porque, además, se unieron a mujeres mexicanas y ahora muchos de sus descendientes viven en esa zona.

También arribaron mineros pues México requería de su mano de obra, sobre todo en el norte del país. Muchos de ellos trabajaron en la importante mina de cobre de Cananea en Sonora, donde tuvo lugar una huelga muy importante que fue el preámbulo de los movimientos sindicales y revolucionarios durante el porfiriato. Otros fueron a las minas de carbón de Chihuahua, así como a los yacimientos metálicos y no metálicos de Coahuila y Baja California; fue una mano de obra muy valorada por el gobierno de Porfirio Díaz.

El empleo de trabajadores japoneses fue sugerido al régimen porfirista por el científico mexicano Francisco Díaz Covarrubias, quien viajó a Japón para presenciar un importante evento astronómico ocurrido en 1870: el tránsito de Venus sobre el arco solar. Él consideraba que los nipones no sólo eran muy trabajadores, sino que, a diferencia de los chinos, se podían adaptar muy bien a las condiciones de México.

Aquellos primeros japoneses que llegaron hace 120 años no tenían altos ingresos económicos, era gente necesitada que salía de un país sobrepoblado en proceso de transformación hacia una nación moderna e industrializada y donde la agricultura era difícil por tratarse de terreno montañoso. Desde la era Meiji (reinado del emperador de ese nombre, 1868-1912) hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1940, cerca de 800 mil japoneses salieron del archipiélago, en especial de las poblaciones más pobres -Hiroshima, Nagasaki, Fukukoa-, hacia México, Estados Unidos, Hawái y posteriormente a toda Latinoamérica, explicó el especialista, quien ha publicado numerosos artículos y libros sobre el tema.

Esta situación y la idea del general Porfirio Díaz de que México requería gran cantidad de fuerza de trabajo ante la apertura de industrias extranjeras, básicamente estadunidenses e inglesas dedicadas a las minas, l petróleo y la agricultura, permitió la firma de un acuerdo de comercio, amistad y navegación que suscribieron en Washington los representantes mexicanos y japoneses en 1888. Este convenio posibilitaba que las poblaciones se pudieran mover libremente, es decir, que japoneses ingresaran al país y mexicanos pudieran llegar a Japón con la idea de trabajar.

Después de los negocios se dieron las relaciones diplomáticas; es importante recordar que ese pacto de amistad fue el primero que Japón firmó en términos de igualdad, pues los tratados que les habían impuesto las potencias fuertes del siglo XIX -Estados Unidos, Inglaterra y Rusia- se basaban en la extraterritorialidad, o sea que los ciudadanos de estos países solamente podrían ser juzgados en Japón por las leyes de su patria y obligaban a Japón a no gravar con aranceles a sus productos.

De tal suerte que este acuerdo con México permitió a Japón negociar posteriormente, con bases de igualdad, los convenios impuestos por las potencias. Por eso es tan importante la relación entre México y Japón, aseguró el doctor Hernández Galindo, quien indicó que el gobierno de Japón le dio a Porfirio Díaz la ‘Medalla del Crisantemo’ por la suscripción de este pacto y por las relaciones fraternas que se dieron entre ambos países.

Inmigrantes en el siglo XX
Hacia la primera decena del siglo XX llegó otra inmigración muy importante, básicamente de pescadores, pues Japón cuenta con una tradición milenaria en el consumo de los productos del mar y tenía un desarrollo muy importante de esta industria. Se asentaron en Ensenada, Baja California, donde enseñaron a los mexicanos la técnica para arrancar abulón de las rocas, equipados con una escafandra.

Ahí hubo desde 1913 un núcleo importante de inmigración japonesa que explotaba los mares mexicanos. La mayoría de este producto no se consumía en México, sino que era exportado al mercado estadunidense, explicó el especialista.

Otro tipo de inmigrantes japoneses fueron los que llegaron en 1906 contratados por inversionistas estadunidenses para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar en la zona de ‘La oaxaqueña’ situada entre Oaxaca y Veracruz.

Esta región del trópico húmedo representó grandes dificultades para los inmigrados por la insalubridad y el paludismo, que era endémico allí, y muchos renunciaron, pues las condiciones eran pésimas tanto en términos laborales como salariales. La mayoría de las veces las empresas no cumplían con las condiciones bajo las cuales habían pactado su ingreso al país y entonces un importante número de japoneses desertó y se dispersó por diversas partes de México, especialmente el norte, con la idea de ingresar a Estados Unidos para trabajar en mejores condiciones.

Una característica muy importante de esta inmigración era que sabían leer y escribir a pesar de ser muy pobres, y esa fue la clave de su éxito. En Japón la educación primaria era obligatoria y gratuita; para 1900 casi la totalidad de hombres y mujeres estaban alfabetizados -mientras que en México el analfabetismo era mayoritario- y ello les permitió ascender fácilmente tanto en las empresas que los contrataban, como por sí mismos.

Los japoneses fundaron en Chiapas la escuela ‘Aurora’, abierta para hijos de los campesinos mexicanos a partir de 1904. Fue la primera escuela en el continente establecida por los japoneses que comenzaban a llegar a otros países americanos, apuntó el investigador Sergio Hernández Galindo, quien fue becario de Fundación Japón, adscrita a la Universidad Nacional de Yokohama.

(Continúa)

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