El país no debe estar sujeto a caprichos de políticos

Tal como sucedió en la Revolución de 1910, cuando el grupo que inició la lucha armada para adueñarse del poder, se valió de la ignorancia y la desgracia del pueblo mexicano para lograr sus propósitos, (Porfirio Díaz solo fue el pretexto) hoy los partidos políticos siguen haciendo lo mismo. Desde entonces, nada ha cambiado con respecto a la sucia manera de hacer política y de pretender gobernar a este empobrecido país para satisfacer caprichos. Las intenciones siguen siendo las mismas: ¡Apoderarse del gobierno para explotarlo impunemente!
La prueba de ello está en la genial idea, como ya lo hemos señalado, de fraccionar a la tan cacareada democracia en incontables partidos morralleros, grupos, asociaciones y hasta coaliciones políticas reconocidas por el INE. Pero de todos, uno sólo no responde ni cumple con lo estipulado en su ’ideales’ y mucho menos con los ordenamientos que rigen su funcionamiento. Desde luego que ninguno es realmente un partido político que busque el porvenir del país, sino todo lo contrario. Lo único que persiguen es, además de complicar las cosas, obtener los vastos recursos económicos y las prerrogativas por el solo hecho de ser, dizque un ’partido reconocido’. De hecho, a cualquiera que se le ocurra puede formar un partido político con tan solo unos cuantos miembros.
Está más que claro, que el objetivo es que el país no progrese, porque ahí está precisamente la clave de todo: ¡Que permanezcamos en el subdesarrollo y en el oscurantismo de por vida! Y aunque el nuevo gobierno trata ahora de cambiar las cosas, no será nada fácil, porque poner orden donde antes todo era complicidad, impunidad y corrupción, además de titánico, será riesgoso para la estabilidad del país. Y, porque muchos, empezando por los políticos, no quieren libertades, sino libertinaje para seguir cometiendo barbaridades al puro estilo ’izquierdista’.
Es apremiante restablecer la salud del país para poder avanzar responsablemente en todos los rubros. De ahí que, si no participamos todos en esta gigantesca tarea, el país se verá afectado seriamente y sin rumbo. El país sigue enfermo y débil; sus males son muchos y van en aumento, y aunque los ’médicos’ que lo atienden ahora dicen que va a mejorar, irónicamente, hay muchos que no desean su pronta recuperación. Así son algunos hijos…
México no debe seguir siendo más un país de analfabetas, de miserables, de mendigos, de flojos de irresponsables, de cínicos que propicia la proliferación de partidos creados por políticos sinvergüenzas. Es tiempo ya de dar ese paso definitivo que nos conduzca a la grandeza se este país, que todo lo tiene para progresar, pero que los políticos, que son sus más crueles tiranos, se oponen por convenir así a sus intereses. Debemos tener presente, amable lector, que el objetivo, o, mejor dicho, el ’juego perverso’ de un político, no es solucionar los problemas, sino crearlos, complicarlos, y si se puede, prolongarlos y eternizarlos, pues resolverlos sería tanto como acabar con ’el negocio’.
Amable lector: Como usted sabe, la situación socioeconómica, sanitaria y educativa del país es lamentable. Todo pende de ’alfileres’ y en cualquier momento puede venirse abajo si no se le presta la debida atención. Ojalá no nos arrepintamos después de no haber hecho nada para corregir esas graves anomalías.
La suerte del país no puede seguir en las manos de los políticos, sino de ciudadanos y profesionistas responsables que sepan cumplir con su encomienda. De hecho, nunca ha sido bueno que un país sea gobernado por la clase política, porque todo lo hacen para beneficiarse y mucho menos disputado por tantos partidos. En todo caso, con dos o tres-bueno, malo y regular-sería más que suficiente. Y para no tener que mantenerlos, se debe estipular que, para conservar su registro como tales, en cada elección deberán obtener, como mínimo, ’el 10 por ciento’ de las votaciones a su favor. ¿Por qué tenemos que seguir manteniendo a tantos zánganos?
Cuánta razón tenía Porfirio Díaz cuando dijo: ’Lo que México necesita es más administración y menos política. Lamentablemente, los políticos de profesión hacen todo lo contrario.
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