Contrafilo
José García Segura
Desde el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio (en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Baja California hace ya un cuarto de siglo) no había visto a los mexicanos tan polarizados como ahora.
De cara a la elección presidencial de 2018 y con ella a los más de tres mil cargos en disputa, el abanderado de Morena, Andrés Manuel López Obrador advirtió el riesgo de ’soltar al tigre’ de la violencia si el 1 de julio la autoridad toral no respeta el resultado de la votación.
Encuestas recientes sitúan al tabasqueño como puntero en las preferencias electorales seguido del panista Ricardo Anaya y del abanderado del PRI-Verde-Panal, José Antonio Meade Kuribreña.
El odio hacia quienes no piensan igual se ha reflejado en la muerte de casi un centenar de candidatos, hombres y mujeres, particularmente en los estados de México, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Querétaro, Michoacán, San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla, Baja California, Sonora y Tamaulipas.
Si bien se presume la participación del crimen organizado, también se habla de diferencias ideológicas.
Intolerancia es la constante; odio es sólo un reflejo.
Vivimos una cultura de muerte en la que la vida no vale nada.
Alentar la violencia política con cualquier pretexto en entidades como Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Puebla, Veracruz, Michoacán o Hidalgo no es el camino.
Me parece que el llamado reciente del presidente Enrique Peña Nieto a ’ser tolerante con quienes piensan diferente’ está más vigente que nunca.
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