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Audición

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Cultura
Marzo 13, 2018 21:50 hrs.
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Octavio Raziel › Club Primera Plana

El pasado tres de marzo (3-3) se recordó el Día internacional de la Audición. 3-3 es el símbolo de las orejas adoptado en 2007, en Beijing, China, para recordar que cientos de millones de personas en el mundo padecen una pérdida auditiva, las más de las veces evitable.

Se han detectado algunas de las causas que llevan a este mal, como son los ruidos excesivos, bajo peso al nacer, medicamentos ototóxicos, infecciones crónicas del oído, falta de oxígeno durante el parto, algunas infecciones y, finalmente, las genéticas.

Este tipo de males provocan en el paciente aislamiento, dificultad para las relaciones sociales y un bajo rendimiento académico y laboral, sin descontar, en algunos casos, la soledad o la depresión.

La sordera está asociada a las personas mayores de 45 años; sin embargo, hay casos que a los 75 o más años tienen oído de tísico (la tuberculosis, se sabe, afecta al tímpano del enfermo y lo tensa, lo que lo hace hipersensible al sonido) y otros que a los 35 tienen oído de artillero, esto es, sordos como tapia.

Con regularidad, en el metro, escucho, hasta tres metros de distancia, la música que sale de los audífonos que traen los jóvenes en su móvil o celular. La exposición a los ruidos infernales en la habitación de los chavos, la de los conciertos y el propio de algunos trabajos, son causa del 60 por cierto de la pérdida de la audición.

Este mal puede acarrear un deterioro cognitivo pues el cerebro trata de comprender, forzando mediante una sobreactividad, qué sucede en su entorno. Esto acontece, en ocasiones, a las personas mayores de 80 años, cuando hay un envejecimiento normal de las células del oído interno que les hace perder la capacidad de entender lo que se habla, sobre todo en lugares donde se entremezclan conversaciones, sonidos y otros ruidos indeseables.

Los expertos en la materia consideran que, si bien no todas las pérdidas auditivas son evitables, se deben buscar soluciones de manera precoz, de tal manera que el cerebro reciba la información adecuada en cada circunstancia.

Quienes requieren aumentar el volumen de la televisión, ponen la radio al máximo, no escuchan o no entienden de lo que le hablan, deben acudir a un especialista para que descarte patologías relacionadas con este mal. En ocasiones, el cerumen, esa sustancia amarillenta excretada por el oído, forma un tapón que disminuye la capacidad auditiva. No trate de sacarlo; debe hacerlo un médico que seguramente dejará caer unas gotas de agua destilada o aceite en el conducto auditivo y con unas pinzas especiales lo retirará. No utilice, nunca, cotonetes o bastoncitos para limpiar sus oídos.

Cuando se presenta el problema, el otorrinolaringólogo le enviará, seguramente, a un centro especializado donde le adaptarán unos audífonos según sus necesidades y tipo de hipoacusia que padezca.

Este mal es de muchos, y no es consuelo. Lo han padecido, o lo padecen famosos, como el pintor Goya, el músico Beethoven, el inventor Edison, los artistas Halle Berry, Robert Redford, Sting, Holly Hunter, Jodie Foster o el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

No se vale la frase infantil de ’no oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado’, a las primeras señales de pérdida auditiva, acuda con el especialista, porque No hay peor sordo que el que no quiere oír.

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